Tanto siglos, tantos mundos, tanto espacio y ...
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Se cansa de las distracciones, pero nunca se cansa de aprender.
- Juan Tamariz
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Había una vez, un circo itinerante que recorría el país visitando pueblos y ciudades. El circo tenía un lema: toda una vida para un acto. Había empezado a rodar hace muchos años por el impulso de dos hermanos gemelos.
Uno de los hermanos, se vestía de payaso y hacía un acto maravilloso usando un antiguo espejo con marco de madera. Un querido legado de su abuelo que les recordaba sus raíces en esa vida itinerante que habían elegido.
Andar de pueblo en pueblo tiene su trajín. Cada armar y desarmar está lleno de encuentros y despedidas. En una de las mudanzas el trapecista tropezó sin querer y rompió el tan preciado espejo. El otro hermano lo vio y enseguida se acercó y dijo: no te preocupes, yo me voy a ocupar. Desde esa noche, se viste de payaso igual que su hermano gemelo y simula todos los gestos a través del marco de madera del espejo.
En un acto para toda la vida.
Despiertan lo latente.
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Nos regalan la mirada de la abundancia.
En el verano de 1972, Carlos Lenkersdorf escuchó esta palabra por primera vez. Había sido invitado a una asamblea de los indios tzeltales, en el pueblo de Bachajón y no entedía nada. Él no conocía la lengua y la discusión, muy animada, le sonaba como lluvia loca.
La palabra Tik atravesaba esa lluva. Todos la decían y la repetían: tik, tik, tik y su repiqueteo se imponía en el torrente de voces. Era una asamblea en clave de Tik.
Carlos había andado mucho mundo y sabía que la palabra “yo” es la que más se usa en todos los idiomas. Tik, la palabra que brilla en el centro de los decires y los vivires de estas comunidadaes mayas, significa nosotros.
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